Si aún no ha visto Tiger King (Rebecca Chaiklin y Eric Goode, 2020) el nuevo hit de Netflix, seguramente se debe a una de estas razones: 1) No se lo ha recomendado alguien confiable. 2) piensa que tendrá que ser testigo de maltrato animal. 3) De plano no ha escuchado nada del revuelo que está causando en las redes sociales.
Lo cierto es que, si no lo ha hecho, créame que su historia le va a entretener bastante en esta cuarentena a la que nos hemos sometido en esta época de tintes apocalípticos.
La sinopsis de este documental de 7 episodios (se dice que un octavo capítulo está por llegar) nos deja entrever la rivalidad entre dos excéntricos personajes, ambos amantes de grandes felinos (tigres, leones y leopardos; big cats, les llaman), cuya enemistad termina con un intento de asesinato.
La premisa es suficiente para interesarse, pero para nada deja entrever los bizarros giros de esta historia, todo gracias a la lista de pintorescos, torcidos y ambiciosos personajes que desfilarán frente a nuestros ojos según se desarrolla la trama.
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Por un lado está un tal Joe Exotic (nacido como Joseph Allen Schreibvogel), quien es realmente el personaje central de todo el asunto. Él es dueño de un zoológico particular que se dedica a exhibir a estos impresionantes especímenes, con los cuales lucra lo más que puede gracias al atractivo que representa para el humano común tomarse fotos con ellos, caminar junto a ellos y hasta tocarlos.
Muy pronto, sin embargo, se atraviesa en su camino Carole Baskin, una mujer activista, defensora de estos “big cats”, quien le declara una guerra directa a él y a su millonario negocio. Entre sus estrategias estaban, por ejemplo, averiguar en dónde se presentaría su enemigo a exhibir a sus tigres para luego intentar boicotearlo, realizar protestas en el lugar, realizar videos emotivos de denuncia, entre otras cosas.
Hasta ahí la historia ya tiene los ingredientes suficientes como para entretener al espectador con las acciones que realiza uno en contra del otro: Joe ridiculizando a Carole y ésta acusándolo de maltrato animal.
Sin embargo, el ingrediente que mejor sazona este documental no es tanto el dilema moral que representa el abuso de estos animales (aunque sea el hilo argumental), sino los elementos que vamos descubriendo al conocer mejor a sus dos protagonistas.
Por ejemplo, por el lado de Joe, resulta que él, quien es un homosexual declarado y orgulloso, vive con sus dos esposos, cada uno con una personalidad bastante particular y cada uno guardando bajo el brazo un giro de tuerca inesperado para el espectador (que no mencionaré aquí para no estropearle la experiencia).
Entre más conocemos a este estrafalario empresario de look multicolor, más nos resulta atractivo desde el lado del entretenimiento, pero también más conocemos su personalidad histriónica, narcisista y ambiciosa, siendo lo más llamativo que, a sus ojos, él es un líder, un visionario, humanista, mártir, entre un montón de adjetivos que él mismo se adjudica.
Por el lado de Carole, la activista, hay también mucha tela de dónde cortar. Resulta que ella es una millonaria que heredó la fortuna de su esposo, de quien aprendió su afición por estos ejemplares salvajes. La diferencia entre él y su difunto marido, según palabras de la propia Carole, es que, mientras él veía a los animales salvajes como negocio, ella quería rescatarlos.
La que resulta bastante curioso y, sobre todo, cuestionable, es que el santuario en donde ella mantiene a los animales que “rescata” no difiere mucho del lugar donde estaban, pues también los mantiene encerrados y también los exhibe al público. Eso sí, le sirven de pretexto para recibir voluntarios (todos trabajando gratis) e incluso recabar donaciones bastante jugosas para su organización.
Pero este no es el elemento más inquietante en la vida de Carole. Resulta que el esposo que le heredó toda su fortuna desapareció en extrañas circunstancias y fue declarado muerto 5 años después por petición de la propia Carole, y lo más extraño: a través de varias entrevistas, queda claro que él mismo contó a sus amigos más cercanos su deseo de divorciarse, además de que temía por su vida.
Por el documental desfilarán, además, socios fraudulentos y criminales peligrosos que se asocian con Joe, así como otro criador y dueño de un zoológico que, además de poseer cientos de ejemplares salvajes, también tiene un harem conformado por chicas jóvenes y hermosas con quienes tiene una vida con tintes de secta religiosa.
Por cierto, parece que ni los propios documentalistas esperaban descubrir tantas cosas, como el que Joe intentó incursionar a la política, primero como senador y luego como candidato presidencial, que conducía su propio programa en internet y que, además, era compositor y cantante de música country. ¡Vaya estuche de monerías!
José María “Chema” Rodríguez es crítico de cine y tv radicado en Guadalajara, Jalisco, México. Contáctalo en chema16sep@hotmail.com.